miércoles, 23 de marzo de 2016

BLANCO ALVITE, Jesús José


TU DORMIAS EN UN LECHO DE LABIOS CRUZADOS

Tu dormías en un lecho de labios cruzados,
eras como la aurora desvanecida
en el desposorio azul de las fuentes.

Tus recuerdos envolvían botones sin pétalos,
aquellos botones que cada mañana
morían abrazados en alfileres de luz.

Aún los instantes
deslizan por tus ojos los delantales albos
que en todas las horas
señalan el camino de las aguas corrientes.

Todos los preludios
tronzaron tus momentos musicales,
ecuaciones en la incógnita de ruídos.

¿No piensas
porque el céfiro ceñía a tu talle
aquel velo infinito
que formaron las hojas con su muerte?

Te hallabas abstraída
por las cúspides verdes
que olvidaron su otoño.
y las gotas encarnadas
que expulsaste en los crepúsculos dormidos
encendían tu carne
con el deseo de todos los deleites espontáneos
¡Déjame recoger tus pétalos…!
esos pétalos sin límites
que rompieron el descanso del rocío
en su interminable ruta de sed.

Tus contornos enfermizos
exprimieron las esencias acabadas
del astro que nunca volvería
a incendiar tus cabellos,
aquellos cabellos tan blancos y débiles
que buscaban raudales de sol a distancia.

Y así tu cuerpo hecho polvo
olvidó el efímero azar que cada tarde
aportaba a los ríos raudales triste
como los bordes de un eco moribundo.

Ciñe mis sienes con la voz lánguida
que en el crepúsculo besa la bruma dormida,
sobre el manantial inmóvil
donde los espejos rompieron
las quebradas inevitales del destino.
Haz de la penumbra en que vivo
Un nuevo horizonte de rosas desangradas.

TARDE GRIS

Quiero sumirme
en el monótono canto de la lluvia,
esa lluvia que humedece los senderos morados
como una imagen perdida en un beso de nubes.

Ella dobla las espinas dorsales
de mi ilusión deshecha
por las ramas que vieron nacer la primavera
en la endeble juventud de su cuerpo.

El viento,
balada de instantes,
tuerce mis manos
al compás de los sueños que todos los días
repiten el mismo espacio insondable.

Anhelo que ese viento
imprima con cautela, de viejas añoranzas
mi cuerpo oprimido por el roce inacabado
de las gotas de agua,
de las gotas de agua que lentamente
dijeron el último  adiós a las rocas, a las flores y a los ríos.

Ahora….
como rauda sucesión de minutos instantáneos
mis ideas perecen en el polvo,
en el polvo gris
que ha juntado las gotas de la lluvia,
de la lluvia insistente y sagaz,
vidrio improvisado de mis pensamientos.

En las reiteradas curvas de los árboles,
curvas de plomo que forman las hojas al romperse,
cantan los pájaros húmedos
su aviso final a la ribera
donde vive la esperanza convertida en abrojos.

Mi insensato delirio de distancias
lleva los ecos de la tarde
que se asocian con análogo afán de conocerse
y producen la misma inquietud
en las aguas torrenciales,
voces humanas que encubrieron sus ahogos
en el jugo refrescante de la hierba
extinguida en los confines de un suspiro ondulado.

Y así bulle mi inquieta fantasía
aportando a los rincones oscuros de los valles
ambiciones ocultas en un rayo de luz inexistente,
aquel rayo que agrandaba todas las figuras
con deseo de abrazar a un Dios desconocido,
vaguedad insólita de una tarde de fiebre.

De: Baladas de Agonía